Ruptura amorosa.

MAL DE AMORES

“Se conoce más al amor por la infelicidad que provoca que por la felicidad misteriosa que aporta a la vida de los hombres” 

Émilie du Chatelet

Lo que llamamos “mal de amores” es un problema casi inevitable en la vida de mucha gente, quizás sea el Problema por excelencia. Todo el mundo parece haber experimentado el “placer de sufrir” por amor. Se sufre cuando se ama y, sobre todo, cuando el amor se acaba. El amor es un sentimiento misterioso y en él parecen no caber las medias tintas, es ambivalente: estás muy bien o muy mal, es maravilloso u horrible, feliz o desdichado, blanco o negro, no hay grises.

Los pacientes suelen acudir a consulta con actitud suplicante, acompañada casi siempre por muestras de desesperación y gran sufrimiento.

El amor puede convertirse en un problema tanto por su presencia como por su ausencia, por ilusión o por desilusión. El deseo, la sensación de impotencia, la rabia, la frustración y el dolor parecen ser los ingredientes básicos del Mal de Amores.

Aunque todos amamos no todos amamos de la misma forma y esto último se debe, básicamente,  a que cada uno de nosotros tiene una idea concreta sobre cómo creemos que se debe amar y, suele ser esta creencia, esta ilusión, la que nos lleva a confundir las cosas, ya que casi nunca nada es como pensamos que debería ser: confundimos deseos y realidad y, cuando la fantasía se rompe, la perplejidad de descubrir que aquello que creíamos, no existe o no se parece a lo soñado, da paso al dolor y al sufrimiento; dolor y sufrimiento provocados por la ruptura , más que con el otro, con nuestra creencia, con nosotros mismos.

En las historias de amor somos a la vez víctimas y verdugos: las emociones, la pasión, superan a la razón y esto hace que encontremos siempre justificaciones para aquellas cosas que, si no estuvieramos enamorados, seguramente no aceptaríamos. De todas formas, si esto no fuera así,  ¿qué sentido tendría la vida?

No puedo vivir sin ti

La expresión “no puedo” aparece casi siempre en las personas con límites patológicos, declaraciones de este tipo: “no puedo vivir sin ti, aunque cuando estoy contigo es un infierno”, ” eres el único amor de mi vida, pero tengo que estar con mi mujer/marido”, son claros ejemplos de un razonamiento contradictorio dominado por la emoción. Cuando una persona se enamora puede construirse fácilmente un autoengaño, como por ejemplo: “tengo la seguridad de haber encontrado mi alma gemela” o “tengo la certeza de que mi amor te cambiará y te convertirá en la persona que siempre soñé”.

El amor es el más sublime, pero también el más doloroso de los autoengaños, esto no significa poner en duda los sentimientos y emociones vinculadas al amor, ni mucho menos; nada hay más verdadero que esas sensaciones que experimentamos. No podemos hablar de verdadero o falso en cuestión de sentimientos, la trampa surge cuando mi  autoengaño  no se adapta y no consigo gestionarlo. Los autoengaños no son buenos o malos en si mismos, son siempre necesarios, el problema aparece cuando este autoengaño no es funcional.

Soluciones Intentadas

Se pueden enumerar cuatro tipos de Soluciones Intentadas:

  • Los que se rinden: correlatos emotivos semejantes a los de una depresión; miedo, tristeza, vergüenza, humillación y, casi siempre, impotencia. El dolor no puede ser mitigado. No reacciona.                                                                                                                                                                                                                       
  • Los que renuncian: personas que se sienten incapaces de abandonar al compañero o de sobrevivir a un abandono. Se las acusa a menudo de no querer acabar con su sufrimiento. Lo que creen y lo que sienten están condicionados por un mensaje interior que repite: “no puedo”. Es la renuncia por impotencia, la de una persona paralizada por la incapacidad de hacer cualquier cosa, que delega en los demás la solución ideal.                                      
  • Los que resisten: esperan indefinidamente un cambio que permita la realización de un deseo, o persisten en perdonar al compañero a pesar de haber descubierto sus repetidas traiciones y mentiras, podrían romper la pareja pero lo más frecuente es que el traicionado siga adelante. El objetivo es salvar la pareja a toda costa, y el perdón aparece en el horizonte, pero este perdón es producto de la razón y no del sentimiento, lo que acabará provocando rabia, una rabia que se expresa en forma de recriminación; la cual consiste en someter al compañero a un proceso purgatorio de culpas; culpas que, por otra parte, ya no se pueden borrar. Así que cuanto más se le recrimina más se autoabsuelve el traidor y más aumenta la distancia en la relación.                                                                                                                                                                                                                                                              
  • Los que luchan: son personas que no están dispuestas a abandonar su creencia disfuncional o, lo que es lo mismo: lo que creían que tenía que ser. No reconocen que las cosas han podido cambiar con el paso del tiempo o que se han equivocado en la interpretación de los hechos: pretenden lo que ya no existe. Luchadores que no se resignan, que soportan situaciones denigrantes o que acosan de mil maneras (llamar a todas horas o aparecer en la puerta de casa  del otro para demostrar que su amor sigue intacto) con tal de restaurar las certezas originarias. De víctimas pueden pasar a verdugos, capaces de cualquier tipo de chantaje.

¿Cómo superar una ruptura?

En las vivencias traumáticas lo emotivo prevalece sobre lo racional, y la racionalidad no puede hacer nada contra la invasión de las emociones en nuestro cerebro. Por tanto, no queda otra que intervenir primero sobre las emociones básicas (miedo, dolor, rabia, placer) que , una vez desencadenadas, escapan a nuestro control. A partir de la gestión de estas emociones primarias se llegará luego a poder intervenir eficazmente sobre las otras. De las cuatro emociones primarias, son tres las que aparecen en una vivencia traumática: el dolor, el miedo y la rabia, si bien no siempre aparecen las tres, sino que habrá una o dos que sean dominantes. Teniendo en cuenta que las emociones no se liberan (a pesar de la creencia general) ni se controlan, es fundamental aprender a conocerlas y gestionarlas. Un buen psicólogo debería poseer las herramientas necesarias para enseñarte a gestionarlas y encauzarlas. Cada emoción y cada Solución Intentada disfuncional tendrán su oportuna  prescripción, siempre adaptada a cada caso particular, si estas prescripciones se llevan a cabo, conseguirán revertir la situación de forma rápida. y eficaz. 

Conseguir que el paciente lleve a cabo las prescripciones recomendadas es el reto más difícil al que se enfrenta el psicólogo y  es ahí, más que en cualquier otra variable, donde radica la diferencia entre el éxito y el fracaso de la terapia. 

Por último, decir que el dolor, el sufrimiento, no pueden (y no deberían) ser evitados, pero sí pueden ser mitigados y reconducidos, para así ayudarnos a superar, en el menor tiempo posible, una etapa tan dolorosa.,

Francisco Javier Serantes,   

 Psicólogo estratégico, Villagarcía